España se sitúa entre los cinco países desarrollados con mayor esfuerzo fiscal. Por eso, no es de extrañar que más de la mitad de los empresarios y directivos españoles apuesten por que el Gobierno central aplique medidas para disminuir la presión fiscal.
Además, una amplia mayoría considera que es necesaria una revisión de la política fiscal en España para contribuir a la recuperación económica de nuestro país. En concreto, solicitan reducir el Impuesto de Sociedades, un tributo de carácter directo y de naturaleza personal que grava la renta de las entidades jurídicas.
Esta preocupación de las empresas cobra mayor sentido si tenemos en cuenta la profunda transformación que ha sufrido la economía mundial desde la llegada de la pandemia.
En el artículo de hoy, te explicamos en qué se distinguen la presión fiscal y esfuerzo fiscal.
Diferencias entre presión fiscal y esfuerzo fiscal
Casi todos los expertos utilizan la presión fiscal para hacer comparaciones entre países. Sin embargo, hay otro indicador menos conocido que muestra mejor la cantidad de impuestos que pagan los ciudadanos y empresas: el esfuerzo fiscal.
Por su parte, la presión fiscal se calcula como el porcentaje de recaudación que particulares y empresarios pagan a la Hacienda pública y su relación con el producto nacional bruto (PNB). Sin embargo, el esfuerzo fiscal va mucho más allá debido a que relaciona la presión fiscal con el PIB per cápita, es decir, la capacidad económica del contribuyente.
Muchas veces la presión fiscal plantea problemas al no reflejar de manera adecuada una determinada subida o reducción en los impuestos. Algunos profesionales lo consideran un índice impreciso y muy limitado a la hora de tomar decisiones en materia de política fiscal.
Asimismo, las subidas de impuestos no siempre se traducen en una mayor recaudación para las arcas públicas, como en el caso de España. En nuestro país, este desajuste se explica por el elevado esfuerzo fiscal que, en muchas ocasiones, incentiva a las empresas a ejercer su actividad bajo la economía sumergida. De hecho, el dinero B representa un 17,2 %, según el Fondo Monetario Internacional (FMI).
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